Los hay que no saben mucho, por no decir nada, de casi nada, excepto una cosa, eso sí, esa la saben siempre: "Qué es lo que harían si estuviesen en nuestro lugar".

lunes, 16 de enero de 2012

UN PARÉNTESIS PARA DECIR HASTA LUEGO.

La sacudida fue brutal, seca, sorda, alcanzando lo más alto de la escala. Esperada a corto plazo, pero siempre para el próximo año, contado a partir de mañana, nunca para hoy. Y, por esperada e imaginada, jamás pensó que los efectos pudieran resultar tan devastadores. El desconcierto se instaló dentro de él.

Le costó volver a poner orden en aquel caos interno. Las cosas siguen estando ahí, pero su colocación no es la misma. A falta de un inventario detallado, echa en falta algo, no alcanza a saber el qué, pero siente que algo se ha perdido, que algo ha desaparecido.

Por contra, alguien, o mejor algunos, son al menos tres, se han colado y se han instalado. Y diría que se sienten tan a gusto que su estancia será larga:

El remordimiento, por las palabras no pronunciadas, por los abrazos no dados, por los besos reprimidos. La tristeza, que le invade cuando mira por la ventana y busca aquella silueta que cojea al tiempo que avanza con paso lento, pero la carretera está desierta, el huerto abandonado, el teléfono silente. La angustia, por los domingos a cuyas tardes se les ha caído una obligación, por el voto más importante que ya nunca tendrá, por la voz que no volverá a oír, por el perro a quien nunca más le cambiarán el nombre. Éstos tres han tomado la casa y, a falta de una mejor solución, habrá que aprender a convivir con ellos, dice.

La herida era profunda, necesitó varios puntos de esa sutura confeccionada de tiempo. No habían pasado dos meses y el aspecto de la misma era bueno.

Pero los daños internos parecen ser mayores que los que la exploración exterior dictamina. Un nuevo movimiento ha abierto otra brecha. No sabe bien, si el daño se debe al nuevo temblor, o tiene su origen en el anterior, quizás sea una combinación de los dos.

Remordimiento, tristeza, angustia. Últimamente se les veía un poco incómodos, como si estuviesen pensando en mudarse. Pero la última sacudida les ha hecho cambiar de opinión, han cobrado energía y vuelven a presentar un magnífico aspecto.

Dijo hasta luego, con una voz que solo él pudo oír. Adiós, le sonaba definitivo, para siempre, y eso es mucho tiempo, tanto que le resultaba inaceptable.

Ahora vuelve a decir hasta luego. Hasta luego compañero, te echaré de menos.

(S.G.)



¿Qué tiene que ver esto con la política? No lo se, supongo que nada. Pero ojalá hubiese más empatía, que el dolor ajeno la rozase, aunque fuese tangencialmente. A buen seguro que los resultados serían mejores.
 
 En breve una nueva entrada sobre Gozón, ésta política, y que tiene que ver con el agua.

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